Los hombres admiran a quienes reciben golpes y siguen adelante. Respetamos al boxeador que se levanta de la lona tras un golpe demoledor, y aguanta hasta el último asalto. La resistencia física es admirable, pero para ser los hombres que Dios quiere que seamos hace falta algo más que valor, sobre todo cuando nos enfrentamos a luchas personales que nos tocan de cerca.
El sufrimiento emocional y los fracasos espirituales son muy distintos a los problemas físicos. Muchos de nosotros, varones, no nos sentimos cómodos con ellos, o no estamos preparados para afrontarlos. Tony Evans nos ofrece el consejo y la inspiración que necesitamos para seguir avanzando en medio de las circunstancias más difíciles.
Basándose en las vidas de Moisés, David, José, Jonás y otros hombres de la Biblia que se enfrentaron a lo peor, Evans arranca a los hombres de su fracaso y declara "¡Basta ya!". Basta ya de no ser el hombre que Dios quiere que sea. No hay excusa que valga. Evans nos demuestra que las luchas a las que nos enfrentamos ayer y hoy son precisamente los instrumentos que Dios emplea para hacernos mejores hombres para el mañana.
Los hombres admiran a quienes reciben golpes y siguen adelante. Respetamos al boxeador que se levanta de la lona tras un golpe demoledor, y aguanta hasta el último asalto. La resistencia física es admirable, pero para ser los hombres que Dios quiere que seamos hace falta algo más que valor, sobre todo cuando nos enfrentamos a luchas personales que nos tocan de cerca.
El sufrimiento emocional y los fracasos espirituales son muy distintos a los problemas físicos. Muchos de nosotros, varones, no nos sentimos cómodos con ellos, o no estamos preparados para afrontarlos. Tony Evans nos ofrece el consejo y la inspiración que necesitamos para seguir avanzando en medio de las circunstancias más difíciles.
Basándose en las vidas de Moisés, David, José, Jonás y otros hombres de la Biblia que se enfrentaron a lo peor, Evans arranca a los hombres de su fracaso y declara "¡Basta ya!". Basta ya de no ser el hombre que Dios quiere que sea. No hay excusa que valga. Evans nos demuestra que las luchas a las que nos enfrentamos ayer y hoy son precisamente los instrumentos que Dios emplea para hacernos mejores hombres para el mañana.