Breve historia de Cartagena (1501-1901)

Nonfiction, History, Americas, Mexico, Social & Cultural Studies, Political Science
Cover of the book Breve historia de Cartagena (1501-1901) by Eduardo Lemaitre, Luis Alberto Villamarin Pulido
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Author: Eduardo Lemaitre ISBN: 9781370708765
Publisher: Luis Alberto Villamarin Pulido Publication: March 26, 2018
Imprint: Smashwords Edition Language: Spanish
Author: Eduardo Lemaitre
ISBN: 9781370708765
Publisher: Luis Alberto Villamarin Pulido
Publication: March 26, 2018
Imprint: Smashwords Edition
Language: Spanish

La historia de Cartagena es, en cierto modo, la de Colombia. Hay largas épocas durante las cuales Colombia no tiene más historia que la de Cartagena.

Falta, la obra que recoja y totalice con secuencia cronológica, todos aquellos episodios memorables y conocidos hasta hoy, que forman el conjunto de nuestra historia, de modo que pueda servir, a la vez, de lectura interesante para el público en general, y de obra de consulta para los estudiosos.

El Banco de la República propuso, a mediados de 1978, que escribiésemos una historia breve de Cartagena, que no fuera ni una simple guía para visitantes apresurados, ni para especialistas. Una síntesis de carácter general. Su resultado es el libro hasta 1901 con episodios del siglo XIX, durante la época ya republicana.

para faciilitar la lectura hemos aligerado sus páginas de referencias documentales de s libros de carácter histórico.

La de Cartagena, vista a vuelo de pájaro, es ante todo una historia de guerra y violencia, fenómeno éste que parece contrastar con el carácter apacible, y aun despreocupado, de sus actuales moradores.

La sola enumeración de los principales episodios bélicos vividos por nuestra ciudad lo dice todo: Baal en 1544; Côte en 1559; Hawkins en 1568; el celebérrimo de Drake, sangriento y destructor, en 1586; el ruinoso y terrible del barón de Pointis, en 1697, seguido de inmediato por el saqueo y pillaje de los piratas de Ducasse, que vinieron con aquél; el formidable ataque de Sir Edward Vernon, con aquella flota de 186 barcos, que tenía 63 unidades más que la tan mentada "Invencible Armada" de Felipe II; luego, en la guerra de emancipación, la revolución del Once de Noviembre, la toma de Castillo y Rada en 1814, los sitios sucesivos de Bolívar y de Morillo en 1815 —este último devastador— y después el de Mantilla y Padilla, en 1821.

Más tarde, durante la época republicana, vinieron más sufrimientos: el sitio del general Ignacio Luque en 1830; el bloqueo francés en 1834; el bloqueo inglés en 1836; el largo sitio puesto a la ciudad en 1840 por el general Carmona, durante la guerra de "los Supremos"; otro bloqueo inglés, en 1856, para cobrar la deuda Mackintosh; el sangriento e insensato sitio de Gaitán Obeso, en 1885 y por último, ya al concluir el siglo XIX, la pérfida amenaza de la flota italiana cuando la famosa "cuestión Cerruti". En total, 18 crisis bélicas, que habrían sido 19 si en 1932, cuando el conflicto de Leticia, la flota peruana logra atravesar el Canal de Panamá, como estuvo lista a hacerlo.

Nadie debe dudar, pues, de que si Colombia, en el futuro, llega a participar en otra guerra, propia o ajena, Cartagena será, como siempre, objetivo principal y centro de hostilidades, y ahora más, siendo como es una Base Naval y un puerto petrolero. Ese parece ser su verdadero destino.

Sin embargo, no es solo de guerra y muerte de lo que está tejido el tapiz de nuestra historia, sino también de infinidad de episodios misceláneos, muchos de ellos novelescos, donde se entrecruzan los personajes más disímiles: el conquistador, el pirata, el misionero, el santo, el almirante, el negrero, el brujo, el inquisidor, el sabio, el artista, el Virrey de peluca empolvada, el héroe, el

traidor, el poeta, el estadista, el ingeniero, el político...

Ha sido, en realidad, la de Cartagena una historia fecunda, y en cierto modo desproporcionada con la importancia intrínseca de una ciudad que aún hoy sigue siendo, como la calificara D. Antonio de Ulloa en 1735, "como las de tercer orden en Europa".

En la lectura y repaso de esa historia, los jóvenes encontra-rán enseñanzas útiles, y algunos ejemplos, —no todos—, dignos de seguir; los hombres y mujeres maduros aprenderán a amar más a su suelo nativo, a comprenderlo, a respetarlo; y los viejos tendrán ocasión de rememorar glorias pretéritas, de que tuvieron tal vez noticia por tradición oral.

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La historia de Cartagena es, en cierto modo, la de Colombia. Hay largas épocas durante las cuales Colombia no tiene más historia que la de Cartagena.

Falta, la obra que recoja y totalice con secuencia cronológica, todos aquellos episodios memorables y conocidos hasta hoy, que forman el conjunto de nuestra historia, de modo que pueda servir, a la vez, de lectura interesante para el público en general, y de obra de consulta para los estudiosos.

El Banco de la República propuso, a mediados de 1978, que escribiésemos una historia breve de Cartagena, que no fuera ni una simple guía para visitantes apresurados, ni para especialistas. Una síntesis de carácter general. Su resultado es el libro hasta 1901 con episodios del siglo XIX, durante la época ya republicana.

para faciilitar la lectura hemos aligerado sus páginas de referencias documentales de s libros de carácter histórico.

La de Cartagena, vista a vuelo de pájaro, es ante todo una historia de guerra y violencia, fenómeno éste que parece contrastar con el carácter apacible, y aun despreocupado, de sus actuales moradores.

La sola enumeración de los principales episodios bélicos vividos por nuestra ciudad lo dice todo: Baal en 1544; Côte en 1559; Hawkins en 1568; el celebérrimo de Drake, sangriento y destructor, en 1586; el ruinoso y terrible del barón de Pointis, en 1697, seguido de inmediato por el saqueo y pillaje de los piratas de Ducasse, que vinieron con aquél; el formidable ataque de Sir Edward Vernon, con aquella flota de 186 barcos, que tenía 63 unidades más que la tan mentada "Invencible Armada" de Felipe II; luego, en la guerra de emancipación, la revolución del Once de Noviembre, la toma de Castillo y Rada en 1814, los sitios sucesivos de Bolívar y de Morillo en 1815 —este último devastador— y después el de Mantilla y Padilla, en 1821.

Más tarde, durante la época republicana, vinieron más sufrimientos: el sitio del general Ignacio Luque en 1830; el bloqueo francés en 1834; el bloqueo inglés en 1836; el largo sitio puesto a la ciudad en 1840 por el general Carmona, durante la guerra de "los Supremos"; otro bloqueo inglés, en 1856, para cobrar la deuda Mackintosh; el sangriento e insensato sitio de Gaitán Obeso, en 1885 y por último, ya al concluir el siglo XIX, la pérfida amenaza de la flota italiana cuando la famosa "cuestión Cerruti". En total, 18 crisis bélicas, que habrían sido 19 si en 1932, cuando el conflicto de Leticia, la flota peruana logra atravesar el Canal de Panamá, como estuvo lista a hacerlo.

Nadie debe dudar, pues, de que si Colombia, en el futuro, llega a participar en otra guerra, propia o ajena, Cartagena será, como siempre, objetivo principal y centro de hostilidades, y ahora más, siendo como es una Base Naval y un puerto petrolero. Ese parece ser su verdadero destino.

Sin embargo, no es solo de guerra y muerte de lo que está tejido el tapiz de nuestra historia, sino también de infinidad de episodios misceláneos, muchos de ellos novelescos, donde se entrecruzan los personajes más disímiles: el conquistador, el pirata, el misionero, el santo, el almirante, el negrero, el brujo, el inquisidor, el sabio, el artista, el Virrey de peluca empolvada, el héroe, el

traidor, el poeta, el estadista, el ingeniero, el político...

Ha sido, en realidad, la de Cartagena una historia fecunda, y en cierto modo desproporcionada con la importancia intrínseca de una ciudad que aún hoy sigue siendo, como la calificara D. Antonio de Ulloa en 1735, "como las de tercer orden en Europa".

En la lectura y repaso de esa historia, los jóvenes encontra-rán enseñanzas útiles, y algunos ejemplos, —no todos—, dignos de seguir; los hombres y mujeres maduros aprenderán a amar más a su suelo nativo, a comprenderlo, a respetarlo; y los viejos tendrán ocasión de rememorar glorias pretéritas, de que tuvieron tal vez noticia por tradición oral.

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