Chistes de Cuba

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Cover of the book Chistes de Cuba by Modesto Arocha, Modesto Arocha
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Author: Modesto Arocha ISBN: 9781936886210
Publisher: Modesto Arocha Publication: July 31, 2011
Imprint: Smashwords Edition Language: Spanish
Author: Modesto Arocha
ISBN: 9781936886210
Publisher: Modesto Arocha
Publication: July 31, 2011
Imprint: Smashwords Edition
Language: Spanish

El verdadero chiste comenzó el1ro. de enero de 1959 y fue el de Castro. que convirtió una nación que estuvo entre las tres más adelantadas del hemisferio occidental, en un país paupérrimo. Tuvo el privilegio de convertir a gente proverbialmente feliz y despreocupada, en una tribu de autómatas pesimistas y tristes, donde se castiga la iniciativa individual, y las únicas formas de vida son la pasividad y el estancamiento. Esa es la verdadera herencia de la revolución cubana. La legión de psicólogos graduados por la revolución que trata de curar sin medicinas las mentes desquiciadas por el sistema, o la legión de profesores que enseña a los jóvenes a no pensar, no puede cambiar esa realidad.
Fidel Castro y su hermano Raúl (“Big Brother” y “Little Brother”) han sido siempre blancos del humor de los cubanos. El primer medio de prensa que Castro suprimió después de tomar el poder en 1959, no fue, como cree la mayoría, el “Diario de la Marina” (fundado en 1832), el más viejo del país y enemigo acérrimo del comunismo antes y después la revolución. No, el primer medio de prensa que Castro cerró fue Zig-Zag, la revista humorística más popular de Cuba. Poco después prohibió al actor cómico más querido y popular de Cuba, Leopoldo Fernández ("Trespatines"), porque en una actuación teatral, mientras señalaba hacia un gran retrato de Fidel Castro, dijo: “a este tenemos que colgarlo bien alto”.
Durante los cincuenta años no habrían más bromas políticas públicas en Cuba. Sin embargo, los cubanos no perdieron el sentido del humor sino que devino en clandestino. Hace veinte años, un atrevido e ingenioso cubano en la isla, Modesto Arocha, comenzó a compilar los chistes sobre la revolución, y todavía viviendo en Cuba se las arregló para enviar la antología a los Estados Unidos, donde la publicó, bajo un seudónimo, la Editorial Universal, de Miami.
La tercera edición del libro, recomendada por Olga Connor, publicada también en los Estados Unidos por el mismo autor ahora en el exilio, y naturalmente prohibida en Cuba, constituye un monumento al espíritu indomable de algunos hombres heroicos y divertidos, que no dejarían morir la risa en Cuba, aún en medio de un adoctrinamiento interminable.
La risa puede ser un grito de desesperación tanto como las lágrimas una expresión de felicidad. Hay esencialmente dos maneras de comportarse ante la depredación y privaciones de una tiranía: entregarse a la autoridad y volverse su esclavo y cómplice, o luchar con cualquier arma a la disposición, entre ellas la sublimación del desprecio mediante el humor.

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El verdadero chiste comenzó el1ro. de enero de 1959 y fue el de Castro. que convirtió una nación que estuvo entre las tres más adelantadas del hemisferio occidental, en un país paupérrimo. Tuvo el privilegio de convertir a gente proverbialmente feliz y despreocupada, en una tribu de autómatas pesimistas y tristes, donde se castiga la iniciativa individual, y las únicas formas de vida son la pasividad y el estancamiento. Esa es la verdadera herencia de la revolución cubana. La legión de psicólogos graduados por la revolución que trata de curar sin medicinas las mentes desquiciadas por el sistema, o la legión de profesores que enseña a los jóvenes a no pensar, no puede cambiar esa realidad.
Fidel Castro y su hermano Raúl (“Big Brother” y “Little Brother”) han sido siempre blancos del humor de los cubanos. El primer medio de prensa que Castro suprimió después de tomar el poder en 1959, no fue, como cree la mayoría, el “Diario de la Marina” (fundado en 1832), el más viejo del país y enemigo acérrimo del comunismo antes y después la revolución. No, el primer medio de prensa que Castro cerró fue Zig-Zag, la revista humorística más popular de Cuba. Poco después prohibió al actor cómico más querido y popular de Cuba, Leopoldo Fernández ("Trespatines"), porque en una actuación teatral, mientras señalaba hacia un gran retrato de Fidel Castro, dijo: “a este tenemos que colgarlo bien alto”.
Durante los cincuenta años no habrían más bromas políticas públicas en Cuba. Sin embargo, los cubanos no perdieron el sentido del humor sino que devino en clandestino. Hace veinte años, un atrevido e ingenioso cubano en la isla, Modesto Arocha, comenzó a compilar los chistes sobre la revolución, y todavía viviendo en Cuba se las arregló para enviar la antología a los Estados Unidos, donde la publicó, bajo un seudónimo, la Editorial Universal, de Miami.
La tercera edición del libro, recomendada por Olga Connor, publicada también en los Estados Unidos por el mismo autor ahora en el exilio, y naturalmente prohibida en Cuba, constituye un monumento al espíritu indomable de algunos hombres heroicos y divertidos, que no dejarían morir la risa en Cuba, aún en medio de un adoctrinamiento interminable.
La risa puede ser un grito de desesperación tanto como las lágrimas una expresión de felicidad. Hay esencialmente dos maneras de comportarse ante la depredación y privaciones de una tiranía: entregarse a la autoridad y volverse su esclavo y cómplice, o luchar con cualquier arma a la disposición, entre ellas la sublimación del desprecio mediante el humor.

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