El Maestrante

Nonfiction, Religion & Spirituality, New Age, History, Fiction & Literature
Cover of the book El Maestrante by Armando Palacio Valdés, Library of Alexandria
View on Amazon View on AbeBooks View on Kobo View on B.Depository View on eBay View on Walmart
Author: Armando Palacio Valdés ISBN: 9781465567321
Publisher: Library of Alexandria Publication: July 29, 2009
Imprint: Library of Alexandria Language: Spanish
Author: Armando Palacio Valdés
ISBN: 9781465567321
Publisher: Library of Alexandria
Publication: July 29, 2009
Imprint: Library of Alexandria
Language: Spanish
A las diez de la noche eran, en toda ocasión, contadísimas las personas que transitaban por las calles de la noble ciudad de Lancia. En las entrañas mismas del invierno, como ahora, y soplando un viento del noroeste recio y empapado de lluvia, con dificultad se tropezaba alma viviente. No quiere esto decir que todos se hubiesen entregado al sueño. Lancia, como capital de provincia, aunque no de las más importantes, es población donde ya en 185... se había aprendido a trasnochar. Pero la gente se metía desde primera hora en algunas tertulias y sólo salía de ellas a las once para cenar y acostarse. A esta hora, pues, solían tropezarse algunos grupos resonantes que caminaban a toda prisa resguardados por los paraguas; las señoras rebujadas en sendos capuchones de lana, alzando las enaguas con la mano que les quedaba libre; los caballeros envueltos en sus pañosas o montecristos, los pantalones enérgicamente arremangados, rompiendo el silencio de la noche con el áspero traqueteo de las almadreñas. Porque en aquella época eran muy pocos todavía los que desdeñaban este calzado patriótico y confortable. Tal cual pollastre que por haber estado en Valladolid estudiando medicina se creía por encima de estas ruindades y alguna que otra damisela melindrosa que afectaba el no saber andar con ellas. De coches no había que hablar, pues sólo existían tres en la población, el de Quiñones, el de la condesa de Onís y el de Estrada-Rosa. Este último era el único que no alcanzaba el medio siglo de antigüedad. Cuando cualquiera de las tres carrozas salía a la calle, rodeábala un enjambre de chiquillos y seguíanla buen trecho en testimonio de incondicional entusiasmo. Los vecinos en lo interior de sus moradas distinguían, por el estrépito de las ruedas y el chasquido de las herraduras, a cuál de los magnates mencionados pertenecía. Eran, en suma, tres instituciones venerandas que los hijos de la ciudad sabían amar y respetar. Contra la lluvia que cae sobre ella más de las tres cuartas partes del año no se conocían entonces otros preservativos naturales que el paraguas y las almadreñas. Poco después vinieron los chanclos de goma y recientemente también se introdujeron los impermeables con capuchón, que trasforman en ciertos momentos a Lancia en vasta comunidad de frailes cartujos. El viento soplaba más recio en la travesía de Santa Bárbara que en ningún otro paraje de la población. Esta vía, abierta entre el palacio del obispo y las tapias de un patinejo de la catedral, donde viene a caer la cadena del pararrayos, pasa a su terminación por debajo de un arco y forma lóbrego recodo en que el huracán se encalleja y clama y se lamenta en noches tan infernales como la presente. Un hombre embozado hasta los ojos atravesó velozmente la plazoleta que hay delante de la morada de los obispos y entró en este recodo. La fuerza del huracán le detuvo, y la lluvia, penetrando entre el embozo de la capa y el sombrero, le privó de la vista. Resistió unos instantes a pie firme la violencia de la ráfaga, y en vez de soltar alguna interjección enérgica, que nunca fuera más al caso, dejó escapar un suspiro de angustia. —¡Ay, Jesús mío, qué noche
View on Amazon View on AbeBooks View on Kobo View on B.Depository View on eBay View on Walmart
A las diez de la noche eran, en toda ocasión, contadísimas las personas que transitaban por las calles de la noble ciudad de Lancia. En las entrañas mismas del invierno, como ahora, y soplando un viento del noroeste recio y empapado de lluvia, con dificultad se tropezaba alma viviente. No quiere esto decir que todos se hubiesen entregado al sueño. Lancia, como capital de provincia, aunque no de las más importantes, es población donde ya en 185... se había aprendido a trasnochar. Pero la gente se metía desde primera hora en algunas tertulias y sólo salía de ellas a las once para cenar y acostarse. A esta hora, pues, solían tropezarse algunos grupos resonantes que caminaban a toda prisa resguardados por los paraguas; las señoras rebujadas en sendos capuchones de lana, alzando las enaguas con la mano que les quedaba libre; los caballeros envueltos en sus pañosas o montecristos, los pantalones enérgicamente arremangados, rompiendo el silencio de la noche con el áspero traqueteo de las almadreñas. Porque en aquella época eran muy pocos todavía los que desdeñaban este calzado patriótico y confortable. Tal cual pollastre que por haber estado en Valladolid estudiando medicina se creía por encima de estas ruindades y alguna que otra damisela melindrosa que afectaba el no saber andar con ellas. De coches no había que hablar, pues sólo existían tres en la población, el de Quiñones, el de la condesa de Onís y el de Estrada-Rosa. Este último era el único que no alcanzaba el medio siglo de antigüedad. Cuando cualquiera de las tres carrozas salía a la calle, rodeábala un enjambre de chiquillos y seguíanla buen trecho en testimonio de incondicional entusiasmo. Los vecinos en lo interior de sus moradas distinguían, por el estrépito de las ruedas y el chasquido de las herraduras, a cuál de los magnates mencionados pertenecía. Eran, en suma, tres instituciones venerandas que los hijos de la ciudad sabían amar y respetar. Contra la lluvia que cae sobre ella más de las tres cuartas partes del año no se conocían entonces otros preservativos naturales que el paraguas y las almadreñas. Poco después vinieron los chanclos de goma y recientemente también se introdujeron los impermeables con capuchón, que trasforman en ciertos momentos a Lancia en vasta comunidad de frailes cartujos. El viento soplaba más recio en la travesía de Santa Bárbara que en ningún otro paraje de la población. Esta vía, abierta entre el palacio del obispo y las tapias de un patinejo de la catedral, donde viene a caer la cadena del pararrayos, pasa a su terminación por debajo de un arco y forma lóbrego recodo en que el huracán se encalleja y clama y se lamenta en noches tan infernales como la presente. Un hombre embozado hasta los ojos atravesó velozmente la plazoleta que hay delante de la morada de los obispos y entró en este recodo. La fuerza del huracán le detuvo, y la lluvia, penetrando entre el embozo de la capa y el sombrero, le privó de la vista. Resistió unos instantes a pie firme la violencia de la ráfaga, y en vez de soltar alguna interjección enérgica, que nunca fuera más al caso, dejó escapar un suspiro de angustia. —¡Ay, Jesús mío, qué noche

More books from Library of Alexandria

Cover of the book Egmont by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Cathedrals and Churches of the Rhine by Armando Palacio Valdés
Cover of the book George Whitefield: A Biography with Special Reference to his Labors in America by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Eleusinian and Bacchic Mysteries by Armando Palacio Valdés
Cover of the book Halima And The Scorpions by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Noank's Log: A Privateer of the Revolution by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Devil-Tree of El Dorado: A Novel by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Complete Club Book for Women: Including Subjects, Material and References for Study Programs Together With a Constitution and By-Laws; Rules of Order; Instructions How to Make a Year Book; Suggestions for Practical Community Work; A Resume of Wha by Armando Palacio Valdés
Cover of the book Last Judgment Posthumous by Armando Palacio Valdés
Cover of the book A History of Domestic Manners and Sentiments in England During the Middle Ages by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Empire of the East by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Unity of Civilization by Armando Palacio Valdés
Cover of the book Twenty-Six Men and a Girl by Armando Palacio Valdés
Cover of the book Women of the Romance Countries by Armando Palacio Valdés
Cover of the book The Letters of William James (Complete) by Armando Palacio Valdés
We use our own "cookies" and third party cookies to improve services and to see statistical information. By using this website, you agree to our Privacy Policy