Author: | Gertrudis Gómez de Avellaneda | ISBN: | 1230002496535 |
Publisher: | Ediciones LAVP | Publication: | August 23, 2018 |
Imprint: | Language: | English |
Author: | Gertrudis Gómez de Avellaneda |
ISBN: | 1230002496535 |
Publisher: | Ediciones LAVP |
Publication: | August 23, 2018 |
Imprint: | |
Language: | English |
-¡Cobarde! ¿Estoy yo por ventura en tálamo de flores?
Asombrado de tanto heroísmo, a la par que indignado profundamente de la crueldad de los implacables ejecutores, que lo contemplaban sin emoción, corrió Cortés a arrancar de sus manos a las ilustres víctimas, y dominando a la feroz muchedumbre con la poderosa energía de su voz:
-¡Desgraciado de aquel, dijo, que vuelva a demandar tan bárbara prueba! ¡Estos infelices no tienen oro o tienen bastante valor para morir callando!
Se dispersó el gentío, no sin murmurar, y los mártires fueron restituidos a su prisión en unas andas, ordenando Cortés pasase inmediatamente a visitarlos el más acreditado de los cirujanos de su ejército.
Cuando se vio Guatimozin en brazos de su esposa, solo pensó en consolarla, y disimulando sus atroces dolores:
-No es nada, la dijo. Esto pasará pronto, Huitzilopochtli me ha prestado su esfuerzo y no se ha deshonrado tu esposo.
Por única contestación, la emperatriz, que lo había escuchado con estúpida calma, soltó una carcajada profunda.
¡¡Estaba loca!!
Dos horas después sacaban un cadáver de aquella casa. Era el de la linda Otalitza.
Aquella delicada organización había sucumbido al dolor moral de imaginar el tremendo suplicio, de cuyos positivos tormentos saliera vencedora la constancia de sus hermanos.
Cortés en tanto daba disposiciones para el reparto de los tesoros, ya que se había perdido la esperanza de aumentarlos, y hacía publicar un bando ordenando a los mejicanos la reedificación de la destruida ciudad.
-¡Cobarde! ¿Estoy yo por ventura en tálamo de flores?
Asombrado de tanto heroísmo, a la par que indignado profundamente de la crueldad de los implacables ejecutores, que lo contemplaban sin emoción, corrió Cortés a arrancar de sus manos a las ilustres víctimas, y dominando a la feroz muchedumbre con la poderosa energía de su voz:
-¡Desgraciado de aquel, dijo, que vuelva a demandar tan bárbara prueba! ¡Estos infelices no tienen oro o tienen bastante valor para morir callando!
Se dispersó el gentío, no sin murmurar, y los mártires fueron restituidos a su prisión en unas andas, ordenando Cortés pasase inmediatamente a visitarlos el más acreditado de los cirujanos de su ejército.
Cuando se vio Guatimozin en brazos de su esposa, solo pensó en consolarla, y disimulando sus atroces dolores:
-No es nada, la dijo. Esto pasará pronto, Huitzilopochtli me ha prestado su esfuerzo y no se ha deshonrado tu esposo.
Por única contestación, la emperatriz, que lo había escuchado con estúpida calma, soltó una carcajada profunda.
¡¡Estaba loca!!
Dos horas después sacaban un cadáver de aquella casa. Era el de la linda Otalitza.
Aquella delicada organización había sucumbido al dolor moral de imaginar el tremendo suplicio, de cuyos positivos tormentos saliera vencedora la constancia de sus hermanos.
Cortés en tanto daba disposiciones para el reparto de los tesoros, ya que se había perdido la esperanza de aumentarlos, y hacía publicar un bando ordenando a los mejicanos la reedificación de la destruida ciudad.