¿Puede el amor ser letal? Los romanos de finales de la república (s. I a.C.) no habían descubierto aún la ardiente pasión amorosa que, pocos años después, llevaría a las matronas romanas a tener un amante tras otro.
Sin embargo, como suele ocurrir, hay personas que se adelantan a su tiempo o, si preferimos llamarlo así, se convierten en precursoras. Ese fue el caso de Clodia, una aristócrata de la mejor estirpe, poco amiga de los convencionalismos y con una decidida inclinación por vivir según su propia voluntad, sin otras sujeciones que las autoimpuestas.
Por azares del destino, su vida se cruzó con la de otro adelantado: el poeta Cayo Valerio Catulo, más joven que ella y con una inusual capacidad de amar y de expresar sus sentimientos a través de los versos.
La poesía es un arma. Las palabras acarician o hieren. Perduran. Y tienen tanto poder, que pueden hundir una reputación para siempre.
¿Puede el amor ser letal? Los romanos de finales de la república (s. I a.C.) no habían descubierto aún la ardiente pasión amorosa que, pocos años después, llevaría a las matronas romanas a tener un amante tras otro.
Sin embargo, como suele ocurrir, hay personas que se adelantan a su tiempo o, si preferimos llamarlo así, se convierten en precursoras. Ese fue el caso de Clodia, una aristócrata de la mejor estirpe, poco amiga de los convencionalismos y con una decidida inclinación por vivir según su propia voluntad, sin otras sujeciones que las autoimpuestas.
Por azares del destino, su vida se cruzó con la de otro adelantado: el poeta Cayo Valerio Catulo, más joven que ella y con una inusual capacidad de amar y de expresar sus sentimientos a través de los versos.
La poesía es un arma. Las palabras acarician o hieren. Perduran. Y tienen tanto poder, que pueden hundir una reputación para siempre.