Monet

Nonfiction, Art & Architecture, General Art, Individual Artist, Art History
Cover of the book Monet by Natalia Brodskaya, Parkstone International
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Author: Natalia Brodskaya ISBN: 9781783102167
Publisher: Parkstone International Publication: January 7, 2014
Imprint: Parkstone International Language: Spanish
Author: Natalia Brodskaya
ISBN: 9781783102167
Publisher: Parkstone International
Publication: January 7, 2014
Imprint: Parkstone International
Language: Spanish

Para Claude Monet, el que se le considerara “impresionista” fue siempre un motivo de orgullo. A pesar de todas las críticas que se han hecho a su trabajo, siguió siendo un verdadero impresionista hasta el final de su muy larga vida. Lo era por convicción profunda y, por el impresionismo, pudo haber sacrificado muchas otras oportunidades que su inmenso talento le ofrecía. Monet no pintaba composiciones clásicas con figuras y nunca fue retratista, aunque su entrenamiento profesional incluía estas habilidades. Eligió un solo género y lo hizo suyo: el paisajismo, y en él logró un grado de perfección que ninguno de sus contemporáneos pudo conseguir. Sin embargo, cuando era niño, comenzó por dibujar caricaturas. Boudin aconsejó a Monet que dejara de hacer caricaturas y se dedicara a los paisajes. El mar, el cielo, los animales, las personas y los árboles son hermosos en el estado en que la naturaleza los creó, rodeados de aire y luz. De hecho, fue Boudin quien trasmitió a Monet su convicción de la importancia de trabajar al aire libre, que a su vez, Monet transmitiría a sus amigos impresionistas. Monet no quiso asistir a la Escuela de Bellas Artes. Eligió estudiar en una escuela privada, L’Académie Suisse, fundada por un ex-modelo en Quai d’Orfèvres, cerca del puente Saint-Michel. Ahí era posible dibujar y pintar modelos vivos por una tarifa modesta. Ahí conoció también al futuro impresionista Camille Pissarro. Más tarde, en el estudio de Gleyre, Monet conoció a Auguste Renoir, Alfred Sisley y Frédéric Bazille. Monet consideraba muy importante presentar a Boudin a sus nuevos amigos. También le habló a sus amigos de otro pintor que había encontrado en Normandía. Se trataba del holandés Jongkind. Sus paisajes estaban saturados de color y su sinceridad, que en ocasiones rayaba en inocencia, combinaba la sutil observación de la naturaleza cambiante de la costa normanda. En aquella época, los paisajes de Monet aún no se caracterizaban por una gran riqueza de color. Más bien recordaban las tonalidades de pinturas de los artistas de la escuela de Barbizon y las marinas de Boudin. Compuso un rango de colores basados en amarillo a marrón o en azul a gris. En la tercera exhibición impresionista en 1877, Monet presentó una serie de pinturas por primera vez: siete vistas de la estación ferroviaria de Saint-Lazare. Las seleccionó entre doce que había pintado en la estación. Este motivo en el trabajo de Monet es coherente no sólo con la obra Chemin de fer (El ferrocarril) de Manet y con sus propios paisajes en los que aparecían trenes y estaciones en Argenteuil, sino también con una tendencia que surgió tras la aparición de los primeros ferrocarriles. En 1883, Monet compró una casa en el poblado de Giverny, cerca del pequeño pueblo de Vernon. En Giverny, pintar series se convirtió en una de sus ocupaciones principales. Los prados se convirtieron en su lugar de trabajo permanente. Cuando un periodista que había llegado desde When Vétheuil a entrevistar a Monet le preguntó dónde estaba su estudio, el pintor le respondió: “¡Mi estudio! Nunca he tenido uno y no veo la razón por la que alguien quiera encerrarse en una habitación. Para dibujar, sí, pero para pintar, no”. Entonces hizo un gesto amplio para abarcar el Sena, las colinas y la silueta de un pequeño pueblo y declaró: “Este es mi verdadero estudio”. Monet empezó a ir a Londres en la última década del siglo XIX. Comenzó todas sus pinturas de Londres copiando directo de la naturaleza, pero completó muchas de ellas después, en Giverny. La serie formó un todo indivisible y el pintor tuvo que trabajar en cada uno de sus lienzos en algún momento. Un amigo de Monet, el escritor Octave Mirbeau, escribió que había logrado un milagro. Con aquellos colores logró recrear en el lienzo algo casi imposible de capturar: reprodujo la luz del sol, enriqueciéndola con un número infinito de reflejos. Como ningún otro de los impresionistas, Claude Monet adoptó una perspectiva casi científica de las posibilidades del color y la llevó hasta el límite; es poco probable que alguien más lograra llegar tan lejos como él en esa dirección.

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Para Claude Monet, el que se le considerara “impresionista” fue siempre un motivo de orgullo. A pesar de todas las críticas que se han hecho a su trabajo, siguió siendo un verdadero impresionista hasta el final de su muy larga vida. Lo era por convicción profunda y, por el impresionismo, pudo haber sacrificado muchas otras oportunidades que su inmenso talento le ofrecía. Monet no pintaba composiciones clásicas con figuras y nunca fue retratista, aunque su entrenamiento profesional incluía estas habilidades. Eligió un solo género y lo hizo suyo: el paisajismo, y en él logró un grado de perfección que ninguno de sus contemporáneos pudo conseguir. Sin embargo, cuando era niño, comenzó por dibujar caricaturas. Boudin aconsejó a Monet que dejara de hacer caricaturas y se dedicara a los paisajes. El mar, el cielo, los animales, las personas y los árboles son hermosos en el estado en que la naturaleza los creó, rodeados de aire y luz. De hecho, fue Boudin quien trasmitió a Monet su convicción de la importancia de trabajar al aire libre, que a su vez, Monet transmitiría a sus amigos impresionistas. Monet no quiso asistir a la Escuela de Bellas Artes. Eligió estudiar en una escuela privada, L’Académie Suisse, fundada por un ex-modelo en Quai d’Orfèvres, cerca del puente Saint-Michel. Ahí era posible dibujar y pintar modelos vivos por una tarifa modesta. Ahí conoció también al futuro impresionista Camille Pissarro. Más tarde, en el estudio de Gleyre, Monet conoció a Auguste Renoir, Alfred Sisley y Frédéric Bazille. Monet consideraba muy importante presentar a Boudin a sus nuevos amigos. También le habló a sus amigos de otro pintor que había encontrado en Normandía. Se trataba del holandés Jongkind. Sus paisajes estaban saturados de color y su sinceridad, que en ocasiones rayaba en inocencia, combinaba la sutil observación de la naturaleza cambiante de la costa normanda. En aquella época, los paisajes de Monet aún no se caracterizaban por una gran riqueza de color. Más bien recordaban las tonalidades de pinturas de los artistas de la escuela de Barbizon y las marinas de Boudin. Compuso un rango de colores basados en amarillo a marrón o en azul a gris. En la tercera exhibición impresionista en 1877, Monet presentó una serie de pinturas por primera vez: siete vistas de la estación ferroviaria de Saint-Lazare. Las seleccionó entre doce que había pintado en la estación. Este motivo en el trabajo de Monet es coherente no sólo con la obra Chemin de fer (El ferrocarril) de Manet y con sus propios paisajes en los que aparecían trenes y estaciones en Argenteuil, sino también con una tendencia que surgió tras la aparición de los primeros ferrocarriles. En 1883, Monet compró una casa en el poblado de Giverny, cerca del pequeño pueblo de Vernon. En Giverny, pintar series se convirtió en una de sus ocupaciones principales. Los prados se convirtieron en su lugar de trabajo permanente. Cuando un periodista que había llegado desde When Vétheuil a entrevistar a Monet le preguntó dónde estaba su estudio, el pintor le respondió: “¡Mi estudio! Nunca he tenido uno y no veo la razón por la que alguien quiera encerrarse en una habitación. Para dibujar, sí, pero para pintar, no”. Entonces hizo un gesto amplio para abarcar el Sena, las colinas y la silueta de un pequeño pueblo y declaró: “Este es mi verdadero estudio”. Monet empezó a ir a Londres en la última década del siglo XIX. Comenzó todas sus pinturas de Londres copiando directo de la naturaleza, pero completó muchas de ellas después, en Giverny. La serie formó un todo indivisible y el pintor tuvo que trabajar en cada uno de sus lienzos en algún momento. Un amigo de Monet, el escritor Octave Mirbeau, escribió que había logrado un milagro. Con aquellos colores logró recrear en el lienzo algo casi imposible de capturar: reprodujo la luz del sol, enriqueciéndola con un número infinito de reflejos. Como ningún otro de los impresionistas, Claude Monet adoptó una perspectiva casi científica de las posibilidades del color y la llevó hasta el límite; es poco probable que alguien más lograra llegar tan lejos como él en esa dirección.

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