Author: | Adolfo Sagastume | ISBN: | 9781301243952 |
Publisher: | Adolfo Sagastume | Publication: | April 12, 2013 |
Imprint: | Smashwords Edition | Language: | Spanish |
Author: | Adolfo Sagastume |
ISBN: | 9781301243952 |
Publisher: | Adolfo Sagastume |
Publication: | April 12, 2013 |
Imprint: | Smashwords Edition |
Language: | Spanish |
El Temascal es el corazón de la vida, el punto central del universo. Es la matriz luminosa de la existencia. Entrar en el Temascal es entrar en la matriz eterna de la Gran Madre Naturaleza. Es volver de un largo viaje, retornar a la casa de los Padres, del Gran Padre-Madre, Tepeu-Gocumatz, Ometeotl-Omecihuatl, el Adán Kadmón Primordial.
El Temascal es el primer amor, es el gran mar que concibió nuestros cuerpos; es el viento glorioso que gestó nuestros suspiros; es la raíz del primer aliento; la primera escala del gran diagrama sonoro universal. En él encontramos la placenta galáctica que todo lo sustenta.
Cuando el Iniciado en los misterios del Nacimiento Segundo entra en el Temascal, está aceptando la disciplina de la gran Madre Interna, en sus cinco aspectos, que lo corrige a cada paso, que lo guía y que lo consuela cuando sus heridas son profundas.
Entrar en el Temascal es, simbólicamente, descender a la Novena Esfera de las grandes realizaciones místicas. Allí es donde el tonante Ares templa al rojo vivo su espada para conquistar a la Venus Marina, espuma gloriosa, que lo ha de llevar en alas de su Pegaso Domado al Olimpo eterno de la Verdad lapidaria.
El Temascal es metafóricamente la gruta espantosa donde Hércules se enfrenta con las espantosas arpías; es la escarpada gruta donde Perseo se enfrenta a la horrible Gorgona. Allí, en su humeante oscuridad, es donde nos encontramos a nosotros mismos; es donde rechinamos los dientes y gritamos la desesperación de nuestras desgracias egóicas.
Los indios mexicanos, los nahuas, mexicas, teotihuacanos, mayas, olmecas, chichimecas, chilenos e incas en el Perú glorioso, siempre supieron del milagro del Temascal. Ellos sabían que el fuego intenso impacta en la piel y la broncea, la suaviza, la limpia y abre los poros por donde respiramos la vida. Su conocimiento de esta práctica incursionó en muchos males del cuerpo físico. Y sabían que calentando el cuerpo esas enfermedades cedían, se ablandaban y se escurrían en cada gota de sudor.
Así fue como la práctica del Temascal se mantuvo en su pureza ancestral y pasó de generación en generación. Su práctica encontró un recodo de descanso en las cumbres heladas de todo el continente. En las ciudades frías, en los pueblos llenos de pinos se escondió y se cobijó; vio pasar cientos de años antes de mostrarse al mundo.
En la actualidad es poca la gente que conoce y practica los Temascales. Generalmente lo están ejerciendo las jerarquías espirituales de todos los pueblos indígenas. Y ellos, por su relación mística, lo están compartiendo con los círculos de iniciados de todo el mundo.
El Temascal es el corazón de la vida, el punto central del universo. Es la matriz luminosa de la existencia. Entrar en el Temascal es entrar en la matriz eterna de la Gran Madre Naturaleza. Es volver de un largo viaje, retornar a la casa de los Padres, del Gran Padre-Madre, Tepeu-Gocumatz, Ometeotl-Omecihuatl, el Adán Kadmón Primordial.
El Temascal es el primer amor, es el gran mar que concibió nuestros cuerpos; es el viento glorioso que gestó nuestros suspiros; es la raíz del primer aliento; la primera escala del gran diagrama sonoro universal. En él encontramos la placenta galáctica que todo lo sustenta.
Cuando el Iniciado en los misterios del Nacimiento Segundo entra en el Temascal, está aceptando la disciplina de la gran Madre Interna, en sus cinco aspectos, que lo corrige a cada paso, que lo guía y que lo consuela cuando sus heridas son profundas.
Entrar en el Temascal es, simbólicamente, descender a la Novena Esfera de las grandes realizaciones místicas. Allí es donde el tonante Ares templa al rojo vivo su espada para conquistar a la Venus Marina, espuma gloriosa, que lo ha de llevar en alas de su Pegaso Domado al Olimpo eterno de la Verdad lapidaria.
El Temascal es metafóricamente la gruta espantosa donde Hércules se enfrenta con las espantosas arpías; es la escarpada gruta donde Perseo se enfrenta a la horrible Gorgona. Allí, en su humeante oscuridad, es donde nos encontramos a nosotros mismos; es donde rechinamos los dientes y gritamos la desesperación de nuestras desgracias egóicas.
Los indios mexicanos, los nahuas, mexicas, teotihuacanos, mayas, olmecas, chichimecas, chilenos e incas en el Perú glorioso, siempre supieron del milagro del Temascal. Ellos sabían que el fuego intenso impacta en la piel y la broncea, la suaviza, la limpia y abre los poros por donde respiramos la vida. Su conocimiento de esta práctica incursionó en muchos males del cuerpo físico. Y sabían que calentando el cuerpo esas enfermedades cedían, se ablandaban y se escurrían en cada gota de sudor.
Así fue como la práctica del Temascal se mantuvo en su pureza ancestral y pasó de generación en generación. Su práctica encontró un recodo de descanso en las cumbres heladas de todo el continente. En las ciudades frías, en los pueblos llenos de pinos se escondió y se cobijó; vio pasar cientos de años antes de mostrarse al mundo.
En la actualidad es poca la gente que conoce y practica los Temascales. Generalmente lo están ejerciendo las jerarquías espirituales de todos los pueblos indígenas. Y ellos, por su relación mística, lo están compartiendo con los círculos de iniciados de todo el mundo.