Author: | Elena Larreal, J. K. Vélez | ISBN: | 1230001782455 |
Publisher: | Elena Larreal | Publication: | July 30, 2017 |
Imprint: | Language: | Spanish |
Author: | Elena Larreal, J. K. Vélez |
ISBN: | 1230001782455 |
Publisher: | Elena Larreal |
Publication: | July 30, 2017 |
Imprint: | |
Language: | Spanish |
Se me va
Elena Larreal
"Soy una persona muy sociable, aunque mis amigas no existan."
"Dicen que es mejor no prometer nada a nadie porque cuando le dices a alguien que vas a hacer tal cosa, tu cerebro te da la recompensa inmediatamente, sólo por decirlo, y como ya te has premiado ya no sientes la necesidad de hacerlo y no lo haces. Que lo mejor es no prometer nada, sino hacerlo directamente. Es la mejor forma de que ocurran las cosas.
En mi caso, lo de hablar con mis trastos tiene un efecto parecido. Consigo que las cosas pasen antes de que tengan que pasar. Quizá por eso corté tan rápidamente con Román. Cuando no paras de hablar durante todo el santo día con tus cosas, tu cerebro no deja de premiarte. Siento que las cosas dichas son ya cosas hechas y paso al siguiente punto de la lista. Así, mi vida suele ir más rápida que la del resto de la gente."
Elena, una esquizofrénica no tratada que habla con sus electrodomésticos, conoce a Román, un chico romántico capaz de hablar con los muertos. Pero también conoce a Hombre Misterioso, un joven que asegura haber absorbido durante el embarazo a su hermano gemelo y que tiene la capacidad de ponerla como una moto. Como pasa con todas las cosas buenas de la vida, Elena tendrá que elegir a uno de los dos. O quizá haya otra salida.
Un novela hilarante protagonizada por tres locos de los que te enamorarás.
+
Metavida
J. K. Vélez
Novela de ciencia ficción con un 0,001% de ciencia y el resto de ficción. Toques de drama y mucho humor.
Fragmentos:
En una celda fría y húmeda, Sonia había empezado a recobrar la consciencia. Los ojos le dolían una barbaridad. Eso fue lo primero que sintió, sus ojos. Aunque aún no podía abrirlos.
Alguien cuidaba de ella. Alguien le estaba poniendo una almohada bajo la cabeza. Ahora le daba agua. Le parecía escuchar una voz amable, aunque no sonaba muy humana. Debía estar drogada.
Allí olía mal. Olía a moho. Y a hospital. Olía a excrementos, también. Todo junto.
Ahora empezaba a sentir más cosas. Sentía dolor. Y sentía algo extraño. En su cuerpo. Algo que no sólo eran drogas. Algo que luchaba por hacerse con el control, dentro de sus venas.
Recordaba un pinchazo, pero no aquél que tan amablemente le habían obsequiado los hombres de negro, sino uno posterior. Quizá lo había soñado, no podía estar segura.
No. Todo lo contrario. Claro que estaba segura. Era real. Dolía. Y algo intentaba adueñarse de su vida.
Alguien le arañó la cara y le pidió perdón.
Luego, alguien le hizo un corte en la mejilla y volvió a disculparse.
A lo mejor, si ahora le sacaba un ojo, le compraría un chalet en Guadalix de la Sierra.
Sentía la sangre manar de la herida, bajar rodando hasta su cuello.
Le hicieron otro corte, y luego oyó una maldición. Luego, más disculpas.
–Sólo intento que estés más cómoda, pero te voy a acabar matando. Mierda.
...
La extraña no sentía dolor, lo cual era más terrible todavía porque podía ser testigo de su propia muerte con todos los sentidos.
Permaneció en el suelo, sollozando, casi diez minutos.
No sabía si era una bendición o un castigo para ellos no sentir dolor. Estaba claro que el dolor físico había sido descartado de sus vidas por la mano del creador. Que sus cuerpos no podrían soportar los cambios a que eran sometidos, el crecimiento acelerado...
Dos lecturas que disfrutarás de principio a fin.
Se me va
Elena Larreal
"Soy una persona muy sociable, aunque mis amigas no existan."
"Dicen que es mejor no prometer nada a nadie porque cuando le dices a alguien que vas a hacer tal cosa, tu cerebro te da la recompensa inmediatamente, sólo por decirlo, y como ya te has premiado ya no sientes la necesidad de hacerlo y no lo haces. Que lo mejor es no prometer nada, sino hacerlo directamente. Es la mejor forma de que ocurran las cosas.
En mi caso, lo de hablar con mis trastos tiene un efecto parecido. Consigo que las cosas pasen antes de que tengan que pasar. Quizá por eso corté tan rápidamente con Román. Cuando no paras de hablar durante todo el santo día con tus cosas, tu cerebro no deja de premiarte. Siento que las cosas dichas son ya cosas hechas y paso al siguiente punto de la lista. Así, mi vida suele ir más rápida que la del resto de la gente."
Elena, una esquizofrénica no tratada que habla con sus electrodomésticos, conoce a Román, un chico romántico capaz de hablar con los muertos. Pero también conoce a Hombre Misterioso, un joven que asegura haber absorbido durante el embarazo a su hermano gemelo y que tiene la capacidad de ponerla como una moto. Como pasa con todas las cosas buenas de la vida, Elena tendrá que elegir a uno de los dos. O quizá haya otra salida.
Un novela hilarante protagonizada por tres locos de los que te enamorarás.
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Metavida
J. K. Vélez
Novela de ciencia ficción con un 0,001% de ciencia y el resto de ficción. Toques de drama y mucho humor.
Fragmentos:
En una celda fría y húmeda, Sonia había empezado a recobrar la consciencia. Los ojos le dolían una barbaridad. Eso fue lo primero que sintió, sus ojos. Aunque aún no podía abrirlos.
Alguien cuidaba de ella. Alguien le estaba poniendo una almohada bajo la cabeza. Ahora le daba agua. Le parecía escuchar una voz amable, aunque no sonaba muy humana. Debía estar drogada.
Allí olía mal. Olía a moho. Y a hospital. Olía a excrementos, también. Todo junto.
Ahora empezaba a sentir más cosas. Sentía dolor. Y sentía algo extraño. En su cuerpo. Algo que no sólo eran drogas. Algo que luchaba por hacerse con el control, dentro de sus venas.
Recordaba un pinchazo, pero no aquél que tan amablemente le habían obsequiado los hombres de negro, sino uno posterior. Quizá lo había soñado, no podía estar segura.
No. Todo lo contrario. Claro que estaba segura. Era real. Dolía. Y algo intentaba adueñarse de su vida.
Alguien le arañó la cara y le pidió perdón.
Luego, alguien le hizo un corte en la mejilla y volvió a disculparse.
A lo mejor, si ahora le sacaba un ojo, le compraría un chalet en Guadalix de la Sierra.
Sentía la sangre manar de la herida, bajar rodando hasta su cuello.
Le hicieron otro corte, y luego oyó una maldición. Luego, más disculpas.
–Sólo intento que estés más cómoda, pero te voy a acabar matando. Mierda.
...
La extraña no sentía dolor, lo cual era más terrible todavía porque podía ser testigo de su propia muerte con todos los sentidos.
Permaneció en el suelo, sollozando, casi diez minutos.
No sabía si era una bendición o un castigo para ellos no sentir dolor. Estaba claro que el dolor físico había sido descartado de sus vidas por la mano del creador. Que sus cuerpos no podrían soportar los cambios a que eran sometidos, el crecimiento acelerado...
Dos lecturas que disfrutarás de principio a fin.