AL EMPEZAR La Casa editorial V. H. de Sanz Calleja me encarga esta Antología de cuentistas de habla castellana. No es tarea tan humilde la del seleccionador, pues hace falta un exquisito sentido estético para poder elegir lo mejor en la maravillosa labor literaria de los altos ingenios que honran estas páginas de LA VOZ DE LA CONSEJA... Yo creo que esta colección de cuentos tiene un gran valor bibliográfico; es un documento brillante de este nuevo siglo de oro de la novela española, que comienza con el nombre glorioso de don Benito Pérez Galdós. En estas hojas está el gran espíritu de una época noble, fecunda, preñada de ideal artístico, encerrado como en un tabernáculo. Y también me parece que la publicación de LA VOZ DE LA CONSEJA es una prueba de amor al libro español, un acicate para la curiosidad del lector indolente y un selecto regalo para el espíritu del lector culto. No osaré jamás hacer una reseña crítica de los nombres insignes que en este primer tomo os ofrecen gallardas muestras de su talento; sólo quiero decir sus nombres y los títulos de sus cuentos, para deleitarme al recordar el encantador, sano e ingenuo humorismo de Galdós en La novela en el tranvía; las prosas madrigalescas, hondas y miniadas de Benavente en El criado de Don Juan y la recia y sabrosa urdimbre novelesca, palpitante de rebeldía, de amor y de dolor de Viernes Santo, de la condesa de Pardo Bazán. Palacio Valdés, el maestro solitario, os ofrece su novela ¡Solo!, digna de la pluma egregia que trazó La aldea perdida. Todas las palabras de elogio son pobres para este coloso de la novela contemporánea. El sencillo Don Rafael, cazador y tresillista es una conmovedora y grácil narración de Unamuno, el espíritu más hondo, más multiforme, el corazón más en carne viva de esta época de inquietudes de conciencia y de lucha desesperada por la vida y por las ideas. Burla burlando, El sencillo Don Rafael es de una emoción que hace llorar y a un tiempo ofrece un alto ejemplo de belleza moral dentro de una naturalidad encantadora. José Nogales, el castellano artífice de la prosa, nos brinda Las tres cosas del tío Juan, el cuento a que debió su consagración. Arturo Reyes fué un gran cuentista regional, como lo prueba en Cosas de hombre, lleno de gracejo, de ambiente, dueño de la dificilísima técnica del arte del cuento. Como gratitud a la honda emoción estética que nos dieron, pongamos un recuerdo, como una hoja de laurel, sobre la piedra de estos dos ilustres cuentistas, muertos ya
AL EMPEZAR La Casa editorial V. H. de Sanz Calleja me encarga esta Antología de cuentistas de habla castellana. No es tarea tan humilde la del seleccionador, pues hace falta un exquisito sentido estético para poder elegir lo mejor en la maravillosa labor literaria de los altos ingenios que honran estas páginas de LA VOZ DE LA CONSEJA... Yo creo que esta colección de cuentos tiene un gran valor bibliográfico; es un documento brillante de este nuevo siglo de oro de la novela española, que comienza con el nombre glorioso de don Benito Pérez Galdós. En estas hojas está el gran espíritu de una época noble, fecunda, preñada de ideal artístico, encerrado como en un tabernáculo. Y también me parece que la publicación de LA VOZ DE LA CONSEJA es una prueba de amor al libro español, un acicate para la curiosidad del lector indolente y un selecto regalo para el espíritu del lector culto. No osaré jamás hacer una reseña crítica de los nombres insignes que en este primer tomo os ofrecen gallardas muestras de su talento; sólo quiero decir sus nombres y los títulos de sus cuentos, para deleitarme al recordar el encantador, sano e ingenuo humorismo de Galdós en La novela en el tranvía; las prosas madrigalescas, hondas y miniadas de Benavente en El criado de Don Juan y la recia y sabrosa urdimbre novelesca, palpitante de rebeldía, de amor y de dolor de Viernes Santo, de la condesa de Pardo Bazán. Palacio Valdés, el maestro solitario, os ofrece su novela ¡Solo!, digna de la pluma egregia que trazó La aldea perdida. Todas las palabras de elogio son pobres para este coloso de la novela contemporánea. El sencillo Don Rafael, cazador y tresillista es una conmovedora y grácil narración de Unamuno, el espíritu más hondo, más multiforme, el corazón más en carne viva de esta época de inquietudes de conciencia y de lucha desesperada por la vida y por las ideas. Burla burlando, El sencillo Don Rafael es de una emoción que hace llorar y a un tiempo ofrece un alto ejemplo de belleza moral dentro de una naturalidad encantadora. José Nogales, el castellano artífice de la prosa, nos brinda Las tres cosas del tío Juan, el cuento a que debió su consagración. Arturo Reyes fué un gran cuentista regional, como lo prueba en Cosas de hombre, lleno de gracejo, de ambiente, dueño de la dificilísima técnica del arte del cuento. Como gratitud a la honda emoción estética que nos dieron, pongamos un recuerdo, como una hoja de laurel, sobre la piedra de estos dos ilustres cuentistas, muertos ya